29 de junio
SAN PEDRO, Príncipe de los Apóstoles, es Simón, a quien Jesús cambió el nombre por el de: Pedro.
Era de Betsaida, aldea marinera situada a la ribera del mar de Galilea, donde ejercía el oficio de pescador junto con su padre y su hermano Andrés, también apóstol.
Fue éste quien lo llevó a Jesús, el cual les dijo: Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres. Estaba casado y tenía un carácter noble, franco y vehemente, como puso de manifiesto en repetidas ocasiones. Estando por Cesarea de Filipo, a preguntas de Jesús, Pedro le respondió: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, y el Maestro le prometió entonces el Primado: Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Pedro, en la noche más negra de la historia, negó por tres veces a Jesús; pero enseguida lloró su pecado, volvió al grupo y corrió la mañana de la Resurrección al sepulcro de Cristo, quien, cuando se les apareció más tarde en Galilea, le otorgó el Primado: Apacienta mis ovejas.
Después de Pentecostés, ejerció su apostolado en Jerusalén, Antioquía de Siria y luego en Roma como primer obispo de la misma. Allí fue crucificado, cabeza abajo como los esclavos, durante la persecución de Nerón, el año 64.
SAN PABLO, Apóstol de los gentiles, nació en Tarso (Turquía) y estudió en la escuela de Gamaliel en Jerusalén.
Ferviente fariseo, presenció y aprobó el martirio de san Esteban y, llevado de su celo por la ley mosaica, persiguió a los cristianos.
Convertido a Cristo en el camino de Damasco, hecho que celebramos el 25 de enero, se retiró al desierto y más tarde visitó a los Apóstoles y se incorporó a la comunidad cristiana.
Con algunos compañeros recorrió, en tres largos viajes, amplias regiones de Asia Menor y Europa Oriental fundando numerosas comunidades cristianas. Su acción fue esencial para la extensión de la Iglesia a todas las gentes, más allá del pueblo judío.
Sus cartas a las iglesias locales son alimento sustancial del que se nutre la Iglesia en todos los tiempos.
Acusado de traicionar la Tradición de sus mayores, los judíos lo entregaron a la autoridad romana para acabar con él, pero Pablo, ciudadano romano, apeló al César, y fue trasladado a Roma.
Allí permaneció dos años evangelizando con libertad, hasta que el año 67, durante la persecución de Nerón, fue decapitado en la Vía Ostiense.
San Pedro y San Pablo, rogad por nosotros !!!
SANTOS PEDRO Y PABLO
Apóstoles
Pedro, roca; Pablo, espada.
Pedro, la red en las manos;
Pablo, tajante palabra.
Pedro, llaves; Pablo, andanzas.
Y un trotar por los caminos
con cansancio en las pisadas.
Cristo tras los dos andaba:
a uno lo tumbó en Damasco,
y al otro lo hirió con lágrimas.
Roma se vistió de gracia:
crucificada la roca,
y la espada muerta a espada.
Amén.
(Liturgia de las Horas, himno del Oficio de Lectura, propio de la solemnidad)